El desierto de Atacama, en Chile, es hoy por hoy uno de los vertederos de ropa más grandes del mundo.
Montañas y montañas de ropa usada y sin estrenar, proveniente de Estados Unidos, Europa y Asia y vistas desde el propio espacio, contaminan segundo a segundo la reserva natural y causan daños ecológicos sin precedentes.
La industria fast fashion arroja ilegalmente más de 39.000 toneladas de ropa al año y se calcula que un camión de basura con ropa se quema o se envía a este vertedero cada segundo.
En 2022, Jason Mayne, un joven experto en tecnología y ambiente, contaba, tras visitar el lugar, que «había, por lo menos, 100.000 toneladas de prendas»
La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, después de la del petróleo, y la responsable del 20 por ciento de los tóxicos que se vierten en el agua.
Por ejemplo: para fabricar unos vaqueros requiere 7500 litros de agua dulce, el equivalente al consumo de una persona en siete años. En cifras globales, al año, supone el 20% del consumo global de agua potable y el 10% de las emisiones de efecto invernadero.
«Lo primero al llegar es caminar, ver y observar lo que hay. Hay de todo. Todas las marcas internacionales. Jeans sin un solo agujero, zapatillas sin estrenar y hasta encontré ropa con el precio puesto, jamás estrenada, ahí, al viento seco del desierto», exponía el joven.
Hoy por hoy nada ha cambiado y, con algún que otro incendio de por medio, podemos afirmar que todo va a peor. Dentro y fuera del desierto.
Reflexionemos con datos.
La moda insostenible puede producir en el mundo unas 100.000 millones de prendas que están hechas para ‘usar y tirar’, de las cuales 92 millones de toneladas textiles acaban abarrotando este y otros muchos vertederos.
En Europa generamos una media de casi 20 kilos por persona y año con las aproximadas 50 microtemporadas que nos ofrece la industria cada 365 días.
La industria de la moda contamina más que la suma de los vuelos internacionales y el transporte marítimo y no se suele poner el foco.